Quien dijo que la poesía
solo surgía cuando la tristeza
se hace sitio en el sofá de casa,
se equivocaba.
A mí me sale un verso
cuando reniego a conciencia
de tu juego de cosquillas
para acabar sucumbiendo a las carcajadas
que provocan tus manos sobre mi piel.
A mí me riman
tus ojos viendo belleza
en cada imperfección de mi cuerpo,
eligiendo favorita a mi sonrisa,
quedándose a dormir sobre mi espalda.
A mí me nacen estrofas,
no clasificadas en las teorías literarias,
con el vocabulario que hemos decidido hacer nuestro
para seguir comprendiéndonos
cuando nadie nos entienda.
A mí me inspiran
los te quiero que pronuncian nuestros labios,
la contraseña que nos sacó de la trinchera
para ser más libres,
parar querernos más -en singular-
y acabar convirtiéndonos en nosotros.
Insisto.
Quien dijo que la poesía
solo surgía cuando la tristeza
se hace sitio en el sofá de casa,
se equivocaba.
La felicidad es una musa que dicta poemas
mientras yo decido quedarme a vivir en esta oportunidad.