De poesía y felicidad

Quien dijo que la poesía
solo surgía cuando la tristeza
se hace sitio en el sofá de casa,
se equivocaba.

A mí me sale un verso
cuando reniego a conciencia
de tu juego de cosquillas
para acabar sucumbiendo a las carcajadas
que provocan tus manos sobre mi piel.

A mí me riman
tus ojos viendo belleza
en cada imperfección de mi cuerpo,
eligiendo favorita a mi sonrisa,
quedándose a dormir sobre mi espalda.

A mí me nacen estrofas,
no clasificadas en las teorías literarias,
con el vocabulario que hemos decidido hacer nuestro
para seguir comprendiéndonos
cuando nadie nos entienda.

A mí me inspiran
los te quiero que pronuncian nuestros labios,
la contraseña que nos sacó de la trinchera
para ser más libres,
parar querernos más -en singular-
y acabar convirtiéndonos en nosotros.

Insisto.
Quien dijo que la poesía
solo surgía cuando la tristeza
se hace sitio en el sofá de casa,
se equivocaba.

La felicidad es una musa que dicta poemas
mientras yo decido quedarme a vivir en esta oportunidad.

Senda

El camino no es firme,
me siento pequeña,
confusa,
entre tanto horizonte real.
Busco la calma,
el sosiego,
en las alturas
mientras juego a no perder el equilibrio.

Sé que ese es el precio
-mi condición de funámbula-
de desordenarme a conciencia,
coger la ruta no señalizada,
dejarme llevar.

Pero es que se llama vivir
y a eso siempre tengo ganas de asomarme.
Y arriesgarme.

Operación verano

Correr en sentido contrario de la operación bikini.
Ignorar las palabras que quieren hacer daño
y a quienes vienen a juzgar.
Escribir poesía para combatir al que inventa historias.
Tirarle arena al miedo.
Salpicar a la tristeza de alegría.
Acariciar cada imprecisión imperfecta de tu piel y convencerte de que todo encaja.
Llenar las copas que no se vaciaron para volver a brindar.
Reír y contar las arrugas nuevas que nacieron de cada buena carcajada.
Cantar una canción inventando estrofas
y sin acertar una nota.
Encontrarle el ritmo a todas las melodías para poder bailarlas.
Sentirse luz.
Morder la noche.
Pegarle un bocaito a la mañana.
Comerme los calendarios.
Beberme la vida. A sorbos.
Pedir otra ronda.
Y otra.
Y otra.
Y otra…