No quiero los versos tristes de Neruda,
ni aquellos de Lorca que presagiaban su injusto desenlace.
No quiero la ironía de Quevedo,
la retórica de Góngora.
No quiero, triste espíritu, volver…
No quiero tampoco la ventana a la vida de Ángel González,
el desgarro de las historias de Iribarren,
el desamor del que hablan Elvira Sastre o Marwan.
No quiero romperme al releer a García Montero.
No quiero ahogar la noche en aquel libro que duerme en mi mesita.
Hoy quiero hacer poesía con nuestros cuerpos.
En consonancia y no en consonante.
Libres.
Sin métrica ni mesura.
Libres.
Y en nuestros versos, libres,
hacer del amor un arte mayor.