
Ahí están.
Sin esfuerzo.
Sin ruegos.
Sin riesgos (mas lanzadas).
De imprevisto.
Las palabras inesperadas,
tal vez perdidas, deambulantes
y, sin embargo,
llenas de esperanza,
latiendo presente,
pensando futuros inimaginables.
Ahí.
Escritas.
Me recreo en cada letra,
mi memoria las acaricia,
mis labios las besan al pronunciarlas.
Las leo.
En silencio.
Otra vez.
Entonces, se levanta de mi lado del sofá el frío.
Se para el viento.
Se derrite el hielo que congelaba mis sentimientos.
Marcharán ellas también.
Me abandonarán antes de que yo huya.
O huiré sin mirar atrás.
¿Quién lo sabe?
Caeremos en el olvido.
Nos perderemos con el paso del tiempo.
Se esconderán entre las que no significarán nada.
Pasarán.
Como todo.
Pero, mientras, me permitiré columpiarme un rato más en ellas:
Las palabras que no son solo palabras.