Soltar, saltar

Soltar se parece a saltar.
Más allá de su versión fonética.

Las dos acciones,
instantes antes de llevarlas a cabo,
provocan un vuelco en el estómago.
Se eleva hasta tocar el corazón que,
de pronto,
intuyes que ya no te pertenece,
o que es otro;
sigue subiendo el escalofrío,
la adrenalina,
una sensación, tal vez, sin nombre
hasta llegar a la garganta
donde levanta un muro
en el que se confunde el miedo y la alegría,
tras el que no se escuchan los gritos,
tras el que no se ven las lágrimas.
Pero están, los dos. Atrapados.

Saltar se parece a soltar
porque da el mismo vértigo tomar velocidad,
o coger impulso,
para enfrentarse a una caída abrupta,
que cuando intentas frenar el tiempo
en la despedida de unas manos
que apuran hasta la última caricia, el último roce,
tan leve, imperceptible,
de los dedos que ya se alejan sin apenas darse cuenta de su adiós.

Soltar se parece a saltar
porque los dos llevan al vacío,
la nada que ya conocemos,
la nada a la que regresamos
porque nunca la terminamos de conocer.

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leticiatriguerosblog

Profesora, Periodista, Palabrera. Por efecto y por defecto. En ese orden o en otro cualquiera. Lo demás lo descubrirás en mis letras...o en mis retales.

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