Domingo en blanco

Con los pies en la tierra se han esfumado los poemas de mi cabeza.
Me han abandonado las palabras
al mismo tiempo que voy dejando atrás mis pasiones ocultas,
secretos tan guardados que ya,
ni si quiera yo,
soy capaz de hallarlos.
He escapado de los dictados del corazón
y las manos han dejado de susurrarme versos.
Ni la libertad de métrica salvan este domingo en blanco,
vacío,
como un lienzo aún por estrenar.
¡Qué difícil contener el llanto,
soportar el abandono de la inspiración,
vivir sin que las letras fluyan!
La solución única, placer indeseado.
Sentir, aunque duela.
Ahora, después.
Siempre.
Solo eso permitirá que las ideas vuelvan a volarme el sentido.

Qué sería…

mar niebla

Qué sería de mí sin ti.

Qué sería del huracán si no lo encerrase

entre páginas en blanco antes de que pudiese arrasar con todo.

Qué sería de la soledad si no la abrazase

como la oportunidad de crearme y ser en mi peculiar universo.

Qué sería de la tristeza si mi mente no viajase al mar,

allí donde mis emociones sienten las caricias perdidas

y el dolor se abriga en orillas saladas.

Qué sería de la alegría si no la hiciese inmortal en las palabras,

el recuerdo feliz que viaja libre de nostalgia,

el éxtasis de rememorar el instante en el que mis alas me hicieron llegar hasta la cima.

Qué sería del miedo si no dejara volar todo aquello que me asusta,

negándole rincones en mi pensamiento y en mi alma,

invitándole a sentirse incómodo en mi vida.

Qué sería del amor si no se escribiese sobre él,

el sentimiento inagotable al ser descrito,

el misterio de ser único en cada historia.

Qué sería del desamor si no se llorase en palabras,

deshaciendo el puzle de sensaciones frágiles atrapados en la garganta,

marcado por un reloj que hará desvanecerse todas las piezas.

 

Qué sería de mí, de mi libertad, sin ti.

Cómo haría justicia de mí misma sin ti.

Qué sería de mí sin ti, poesía.

El último del año

el palmar
Caños de Meca. Diciembre de 2019.

El último poema del año

me gustaría que fueras tú.

Hacer figuras literarias sobre tu piel.

Versar cada rincón de tu cuerpo.

 

Sin embargo,

el último poema del año,

si es que realmente lo fuese,

no tiene nada de especial.

 

Es un poema hecho de otros poemas.

Un verso de cada uno de los que escribí este año.

Otros poemas que tampoco fuiste tú,

aunque estuvieses en todos.

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VERSOS DE NAVIDAD

La navidad es como una ventana.

Estos días nos asomamos a nuestros recuerdos.

Rememoramos aquello que nos cambió,

lo que nos dolió,

los momentos que nos enseñaron,

sonreímos cuando regresan los instantes en los que fuimos felices…

Son esos recuerdos a los que tenemos que aferrarnos para soportar los días tristes;

son las personas que los provocaron las banderas que deberían ondear siempre en nuestra vida.

La navidad es como una ventana.

Es el tiempo de abrirla para permitir que nos alcancen nuevas ilusiones, nuevas metas, etapas mejores…

Soñar. Permitirnos imaginar y anhelar con libertad.

Soñar que el nuevo año nos dejará cumplir nuestros deseos.

Disfrutar del camino, de la compañía, de las emociones.

Y vivir.

Sobre todo, eso:

que la vida nos permita vivirla como queramos.

PLAYA DE INVIERNO

Te sueño.
Te presentas en mis madrugadas
y es el resto del día lo que me desvelas.
En mis horas oníricas
todo parece como ayer.
O quizás,
es la necesidad de convertirte en realidad.
Otra vez.

Deseo de futuro inmediato,
de hablar en plural,
de compartir y compartirnos,
aún sabiendo que nosotros
tenemos la costumbre de vivir en singular.
Me basta.
Tú. Y yo.

No podré dejar de imaginarte hoy.
O será que esta playa de invierno
me devuelve los recuerdos
que todavía no he conseguido ahogar.
Ni en lágrimas ni en mar.
Y aquí estoy,
dejándome acariciar por la brisa
y soportando el baño de realidad.